Skip to main content
Ramón Valle: "De madrugada, sentado en las piernas de mi papá, escuchaba a los grandes músicos"
25August

Ramón Valle: "De madrugada, sentado en las piernas de mi papá, escuchaba a los grandes músicos"

Ramón Valle, holguinero, lleva la música en los genes. Compositor y pianista de jazz mundialmente famoso, reside actualmente en Ámsterdam. La ciudad de Holguín le ha reconocido como Hijo Destacado, coincidiendo con Las Romerías de mayo. Y en el teatro de la ciudad que le vio nacer ha seducido al público con sus palabras, y le ha hecho estremecer con su música en versión sinfónica. Conversamos con el artista durante las pasadas Romerías. 

Ramón Valle, Ramoncito, naciste en Holguín en 1964. Provienes de una familia de músicos: tu padre era trompetista, de “Los Chicos de Cuba” y más tarde de “La Orquesta Avilés”. A los 7 años empezaste a estudiar piano.

Mucho antes tocaba de oído el piano y también la trompeta. Mi papá era músico, como mi abuelo. Me enseñó a tocar la trompeta, ensayaba en la casa con todos los instrumentos y cuando él se iba yo abría cada uno de los instrumentos y los tocaba en secreto.

Pero mi mamá era la capitana, la guerrera que me obligaba a estudiar. No puedo dejar de pensar en ella. Mi papá me levantaba de madrugada: “¿Ramón, quieres tomar café con leche?”, y me sentaba en sus piernas a escuchar a Jerry Mulligan, Armstrong, Frank Emilio, en el silencio de la noche. ¡Qué rico!. Recordar a mi papá cuando salía de casa, a tocar, en una bicicletica chiquitica de niño, con su traje… esas cosas son lindísimas.

Te graduaste en Holguín y también en La Habana, en 1984. Te influenció Emiliano Salvador.

Aprendí de Emiliano Salvador, de Chucho Valdés y de Frank Emilio, músicos muy talentosos. Y después también descubrí a otros artistas, como Chick Corea, Keith Jarrett, Herbie Hancock, de quienes descubro la libertad para expresarse.

Por primera vez actuaste en el Teatro Eddy Suñol de Holguín. ¿Sentiste esa libertad?

Me sentí muy cómodo. Hubo adrenalina, emoción. Pero, sobre todo, proximidad, conexión. Fue importante hablar con el público entre canción y canción. El que sabe de música conecta fácilmente, pero el que no sabe también, porque entiende lo que está pasando. Mi música es como ver una película tiene trama e imágenes. En el tema “Cinco hermanas” el piano comienza con acordes arpegiados imitando las olas del mar y los violines representan el bote que suavemente se mece en la costa anunciando la cercanía a la isla y a mis hermanas queridas..de esta manera  iniciamos un sensual coqueteo entre instrumentos. En el concierto sentí la conexión del público.

Estás considerado uno de los 10 mejores pianistas de jazz del mundo. Es un honor para la gente holguinera.

[Ríe]. Para mí es un honor saber que mi música es reconocida. Pero para tocar con libertad hay que ser vulnerable, y para ser vulnerable hay que echar el ego por la ventana.

El público estaba emocionado.

Para mí no tiene precio tener a mis amigos entre el público. Los que estudiaron conmigo. Les sentía conectados conmigo.

Al tocar tu célebre “Levitando”, la gente aplaudía. Pero parecía que en vez de levitar estuvieses fluyendo.

Cuando escribí “Levitando” pensaba en separarme de lo mundano, en mantener el niño que hay dentro de mí, libre, jugando y con ideas frescas y renovadoras, en un lugar donde nadie lo tocara, fuera de toda contaminación. Por eso el tema “Levitando”. Cuando toco la introducción me imagino a una azafata que dice: “abróchense los cinturones, que vamos a volar”, y el resto sale solo.

¿Esperabas este homenaje, el reconocimiento como Hijo Destacado de Holguín?

Cuando mi mamá estaba ya muy viejita me dijo que un día Holguín me daría un reconocimiento, pero ella no estaría ahí para verlo. Estaba en Holanda, donde vivo, y me sentí algo tristón, me dije “¿cómo no me invitan a ser jurado del concurso “Jojazz” que se celebra en La Habana”. Hablé con Orlando Maraca, primo mío: “compadre, yo no entiendo por qué no me invitan”: Y me dice: “Ramón, si no hace falta, porque todos los muchachos que se presentaban iban a tocar “Levitando”, de Ramón Valle. Tuvimos champú de “Levitando” de Ramón Valle.

¿Qué te ha parecido el tocar con la Orquesta Sinfónica de Holguín?

El contacto con una orquesta sinfónica cubana es interesante, porque la orquesta clásica cubana a veces, por su amor y respeto a la música clásica, se contiene.Pero luego se fueron liberando y se crecieron. Es un recuerdo muy bello de colaboración y amistad.

¿En qué se diferencian los músicos cubanos de los otros músicos?

Tenemos el legado de Europa y tenemos el legado de África. Al final todo está conectado, porque en España también estaba África a través de los moros, y sabemos del barroco, romántico, clásico. Pero también tenemos la espontaneidad, el minimalismo de tocar una pieza que sea bien cortica como el famoso “Chan Chan” de Compay Segundo. Con solo ese tema nosotros ya tenemos suficiente para tener un bonche o una noche de rumba por horas. El cubano es espontáneo, libre en el concepto de tiempo,y rápido cuando de bromas se trata, pero también conoce la estructura, yo pienso que por ahí anda la cosa.

Eres un músico libre. No es una música aprendida de una partitura, es una música que te sale de dentro, la metes en tus manos, y te pones con esa música a tocar el piano y eres la música del piano.

A la orquesta le escribo solo la estrategia. Hacia dónde vamos: a esa esquina, doblamos por allá, seguimos recto. Pero yo me dejo mi espacio para fluir con la música, improvisar, dependiendo de cómo ellos toquen ese día. Mozart, Bach, Chopin hacían lo mismo: improvisaban. Después escribían la partitura. Sabes que está el conocimiento de la escuela donde te enseñan a tocar el piano, pero después para poder conectar con tu propia música te tienes que reinventar tu propia técnica. Yo siento que todo mi cuerpo es como un amasijo de cables por donde la música pasa y se manifiesta en el piano a través de mis brazos, pero si algo está aquí trabado no llegara la música con la inmediatez y veracidad necesaria. Tienes que estar completamente suelto, como cuando la gente salta al vacío con un ala delta. El ego no puede estar ahí, porque si te encuentras con el ego ahí sabes que vas para abajo. Yo siempre digo que si estás tocando a dúo, trío u otra formación, estos músicos al igual que yo tienen que estar sensibles, presentes y solícitos para que cualquier idea que pase por tu cabeza salga directamente sin censura, porque el ser humano quiere controlar, y lo que no se puede controlar le da terror. Yo quiero sorprenderme.

Explícate.

Tengo historias sobre esto. Una en Cuba, mi primer concierto de piano solo. Eso fue cuando terminé con Santiago Feliú y con Silvio Rodríguez. ¿Sabes quién me ofreció la oportunidad de tocar en solitario? Mi querida y admirada amiga IIiana Bautista, una pianista cubana concertista excepcional, profesora de grandes pianistas internacionales . Y la ayuda indispensable del maestro Frank Fernández, porque le entregué un cassette a su esposa, para que él lo oyera. Mi mamá tenía espiritualidad, y me dejó claro que al tocar se te empiezan a acercar entidades, o espíritus, como ella decía, de músicos de otras épocas, que te utilizan un ratito para continuar tocando.

¿Te toman prestado para tocar?

Sí, y se repitió la misma historia en La Habana. Una viejita vestida de blanco sentada en la guagua que sale del Vedado hacia la Habana Vieja: “¿Tú eres músico?”. Yo  le dije que sí. “¿Tú tocas piano?”, y le dije que sí. “¿Y tú piensas que tú eres el que tocas?”. Me mandó el mensajito. “Yo ya sé de lo que me estás hablando”, le dije. A la viejita no la volví a ver nunca más.

Es genial.

En los tiempos primitivos los músicos eran venerados porque eran considerados como los que tenían el contacto con los dioses. Con el tiempo, se ha creado un tipo de músico que desconectan del contacto con los dioses, que se ponen a tocar la música que estudian, eso es conocimiento, es otra cosa. El conocimiento yo no lo rechazo, yo sigo aprendiendo y quiero aprender más, pero cuando me subo ahí, al escenario, yo me subo de esa manera, a jugar.

Ramón, fuiste el líder del “Cuarteto Brújula”, del año 1991 a 1993. Con Silvio Rodríguez en “Banda Diákara”, y de tu generación están Gonzalo Rubalcaba, Oriente López y Gabriel Hernández. ¿Cómo llegaste a tus primeras actuaciones internacionales?

A mí me pasaban unas cosas muy extrañas en Cuba, y la gente pensaba que yo tenía una agencia que me llevaba y me buscaba y me pasaban por casualidad o quizás porque estaban en mi camino... Estuve una vez tocando con mi Trío de jazz cubano en La Casa de las Américas y se me acercó una señora. Por su acento pensé que era mexicana. Ella estaba encantada con mi música, y resulta que era la en aquel entonces embajadora Beatriz Paredes de México. Me invitó a un concierto en la embajada, y luego tuve el honor de tocar en la celebración de su nuevo cargo como subsecretaria de gobernación de México, luego toqué en el festival internacional de jazz de Cancún. Allí compartí escenario con artistas como Al Jarreau,Tania María,Tower of Power, etc.

¿De ahí a Barcelona, al Jamboree, uno de los clubs más enigmáticos de jazz del  mundo?

Increíble. Estaba yo en el cuartito, de mi abuelo en La Habana, tocando jazz standart con mis amigos, y llegó una amiga mía, Doan Manfugaz, con dos catalanes amigos suyos, Joan Mas, director del Jamboree, y Joan Anton Cararach, uno de los críticos de jazz más importante en España. Les estaba paseando por la ciudad, y al pedirles ellos oír algo de música, les dice: “casualmente mi amigo Ramoncito Valle está haciendo una descarguita en su casa”. Y Joan Antón preguntó: “¿Levitando?”. Él ya conocía el disco “Levitando”. Y se sentaron en mi cuartito. Yo no sabía quiénes eran. Ya al final de la sesión de jazz me puse a tocar algunas piezas de música clásica. Al terminar Joan Mas me propuso hacer un concierto en Barcelona, en su club de jazz. Le dije que sí, pero por dentro yo pensaba: “este Pepe cuando se monte en el avión se olvida”. Pero lo cumplió.

¿Qué recuerdos tienes de esa experiencia?

Yo les dije, como buen cubano: “compadre, yo nunca he estado en Barcelona, ¿no te molestaría que fuera unos días antes, dos semanas antes?”. Porque yo quería disfrutarlo. Y me dicen: “sí, vamos a hacerlo, vienes para acá y así te queremos enseñar Barcelona”. Tuve una semana para poder verlo todo. Me llevaron a ver “La Sonora Poncena”, “Manhattan Transfer”, visité Cadaqués y la casa del pintor Dalí. Y me dijeron: “¿te das cuenta que no hemos podido ensayar tu concierto?”. Montamos los primeros ensayos con Pau Bombardo y Horacio Fumero, músicos de Tete Montoliu. Pero había tensión porque no lo habíamos preparado. En la primera actuación, al acabar el primer tema, la gente ya empezó a gritar de emoción. Al día siguiente, la prensa, una locura. Entrevistas y más entrevistas. Iba caminando por la calle, y un chofer de autobús, lleno de gente, se paró y me dijo: “¿Ramón Valle? ¡Yo también me llamo Ramón! ¡felicidades mijo por tu concierto!”. Después me contactaron Carlos Benavent y Salvador Niebla, y ahí ya era un concierto cada día con colas de gente esperando. Fue mágico.

Me hablabas de la espiritualidad en tus actuaciones. ¿Mantuviste esa sensación fuera de Cuba?

Fui a Alemania. Me invitaron a un concierto de piano solo, y al llegar al auditorio no me sentí bienvenido. La sala tenía granito, la acústica era mala, rebotaba el sonido. No me gustaba y miré al piano. Me dijo: “No estoy pa’ ti hoy”. Me siento en el piano y empiezo a sentir un cansancio de mí mismo, de mi música, de todo, y yo me preguntaba qué estaba pasando. Era como que me estaba mudando de piel, estaba en un período de transformación, buscando algo nuevo, algo diferente y yo sabía que me estaba entrenando para ello. No, aquí no voy a tocar lo que tenía previsto porque va a salir mal. Bueno, vamos a ver qué pasa, que salga lo que salga. Me siento a tocar algo que no sé qué es, yo solamente me escuchaba a mí. Al terminar la primera pieza, la gente aplaudiendo. Y yo con un complejo fuerte de culpa porque no sabía lo que estaba tocando; sentía pena porque esa gente pagaba por verme en el concierto y yo no sé, ¡qué falta de respeto!, y en la pausa sigo en las mismas porque no puedo salir de eso, sigo tocando, pensando en que la policía me va a llevar de ahí. Y la gente me aplaudía, estaba encantada con la música.

Lo que cuentas coincide con los síntomas del “síndrome del impostor”: típico de personas que piensan que no merecen el éxito que han alcanzado y se sienten un fraude.

El complejo de culpa era por la tradición de estudiar una música en el conservatorio: te preparas, tocas un repertorio y vas y has hecho un buen trabajo, porque trabajaste ese repertorio mucho tiempo. Ese pensamiento se metió a crearme esa sensación de culpabilidad, porque te paras a tocar una cosa que ni sabes lo que estás tocando. Y entonces, ahí, en ese momento, la verdadera música improvisada te dice: “¡suéltate!”. Y ahí realmente es el punto donde tú puedes demostrar... no me gusta la palabra demostrar… pero es el momento donde el background que tienes como músico fluye.

La fluidez, de nuevo.

Una vez un baterista buenísimo me cancela un concierto sin decirme nada. Yo estaba ya de camino a la actuación, y llamé a otro baterista que estaba en su casa, tranquilo, y le pido que se incorpore. Me dice: “oye Ramón, esa música tuya yo no la sé tocar, eso no es el “Son de la Loma”, y es muy lindo eso, pero no es la cosa tradicional que yo sé tocar”. Le convencí, no sé cómo. Era la primera vez que tocaba conmigo, y cuando llega el momento le digo: “Tranquilo, usted siéntese en la batería y yo te voy a dar los ambientes sonoros y el ritmo de lo que quiero tocar. Tú toca y déjame lo demás, déjame fluir”. Quedó lindo el concierto, tremendo concierto, y ahí dije ya sé de qué va la cosa, y conectando con la música si están bien y los demás están bien conectas con la misma energía y conectas con la música y con el público.

¿Te sientes un conector?

Exactamente, un conector. Mi mujer me dice lo mismo: “Ramón, lo tuyo en la música es ser un conector. Llegas ahí y conectas”. Una vez estaba en el descanso de una grabación, y todas las esposas de los músicos estaban ahí, cocinando en tremenda fiesta. Yo hice con una cuchara “tin, tin” en un vaso, y una que no era músico me contestó, “tin”. Y yo le contesto con otro y entonces empiezan a reír, y otra viene y me contesta. Y empieza a salir una música ahí: “tin, tic, tin, tic…”. Todas estaban conectadas: la música estaba ahí y ninguna había estudiado música ni sabía nada de música, pero la música estaba ahí. Ellas estaban abiertas, como un niño jugando.

Era una cosa libre, inconsciente.

Los músicos tienen que buscar la inconsciencia. ¿Ya aprendiste todo?, pues ese lado del cerebro lo pones ahí y te va a ayudar de alguna manera pero tienes que estar suelto y que el otro lado ese deje salir la música.

Hablemos un poco más de tu experiencia. ¿Cuántos discos has editado?

Ahora ando creo que por 11.

De esos discos la mayoría no han llegado a Cuba. Y ese es un problema grande, porque la gente no tiene posibilidad de adquirir tus discos.

Exacto, estoy intentando a través de la discográfica alemana que tengo ahora haga alguna edición para aquí y sea factible para ella y para todos.

En La Habana, a tu sobrino Alejandro (ganador del jojazz y ex-graduado del conservatorio) en su época de estudiante de música le pasan un CD y le dicen: “¡mira niño, estudia esto!”. Y tu sobrino lo oye y dice: “¡pero si es mi tío! ¡Qué música voy a aprender si es mi tío!”.

“Guajiro compadre, tú tienes talento, vamos, como nos caíste bien, toma, a ver si te pones en talla”. Y él dijo: “si es mi tío!”.

Ramón, ¿cuál es tu realidad actual, y tus planes de futuro?

Ahora vivo en Holanda. Al principio vivía en el centro de Ámsterdam, pero cuando aparecieron mis tesoros, Fabio 12 y Dayla 9 años, yo quise que estuvieran en un sitio tranquilo, no en el centro de la ciudad que es lindo pero que te puedes encontrar cosas que ellos todavía no están listos para verlas. Yo voy cada día en mi bicicleta a mis prácticas de tai chí chuan, estoy en 35 minutos del centro.

¿Y el futuro?

Estoy haciendo un proyecto nuevo que se llama “Fuerzas sin Frontera” y en ese proyecto tengo cuarteto de cuerda, cantante de ópera, cantante de pop, percusión y todo mezclado, todo eso que te estoy hablando, pero a nivel visual, como ópera con raperos, todos tocando.

¿Y cuando piensas presentarlo?

Pienso que a finales de este año o a principios del otro. Ya estamos preparando una gira. Pero lo que también quisiera es regresar aquí y hacer la versión cubana, con gente de aquí.

¡Vamos a poner una vela a los santos a ver si es posible! Un placer haberte podido entrevistar. Muchas gracias.

Y gracias por darme la oportunidad de que esto no se quede aquí, que se mueva, ¡que fluya!.