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Mirtha Ibarra: «Ni neurótica y mucho menos anónima»
24January

Mirtha Ibarra: «Ni neurótica y mucho menos anónima»

Aunque lleva más de tres años sin actuar, —lo que resulta ilógico con un exitoso expediente artístico—, la primera actriz cubana Mirtha Ibarra encontró en otras áreas de la creación un espacio para no detenerse. Hace mucho tiempo escribe canciones pero no las ha sacado por sus temores, aunque desea dárselas a alguien que realmente las defienda.

Trabaja con todos sus recursos en un guion cinematográfico y en una de sus más entrañables ocupaciones: la promoción y divulgación de toda la obra de Tomás Gutiérrez Alea, Titón, su compañero en la vida por 23 años. La Ibarra nos revela la creación del  Centro de Promoción e Investigación Audiovisual Tomás Gutiérrez Alea, en una casa que le ha cedido la Oficina del Historiador de La Habana, con el consentimiento del Ministerio de Cultura, para poner allí en depósito toda la obra de Titón y promover su investigación.

«Allí estará toda la biblioteca de Titón y los libros sobre su carrera. El Centro tendrá una sala para la proyección, debates y coloquios sobre películas. Pretendemos otorgar becas y premios y poner a disposición de la comunidad todo eso. De Titón tengo su papelería inédita desde la década del 50 hasta su muerte; cartas que envió y que le enviaron distintas personalidades como Robert Redford, los Goytisolo, Carlos y Antonio Saura, Alfredo Guevara, Julio García Espinosa… El Centro estará ubicado en la calle Paula, un sitio mágico».

Mirtha Ibarra, más allá de ser una actriz distintiva del cine cubano, pasó a ser también una intelectual con mirada crítica y certera de los fenómenos culturales de la Isla. Discute y analiza con la razón que le dan los años y estar por más de dos décadas al lado de un hombre que expuso en la pantalla grande nuestras debilidades, pero al mismo tiempo aportó las claves para ser mejores seres humanos.

¿Cómo fue posible que usted empezara a hacer cine con Titón después de ocho años a su lado?

Ambos teníamos mucho temor de unir nuestras profesiones. Yo era actriz de teatro y él director de cine. Cuando estaba elaborando el guion de la película Hasta cierto punto, me pidió que fuera la protagonista de la cinta y fue cuando realmente empezamos a poner las cartas sobre la mesa para que tuviéramos un respeto mutuo, para que me tratara como a otra actriz de cine. Y fue muy fructífero porque realmente dio un salto cualitativo nuestra relación. A partir de ahí él contaba conmigo para los guiones, la selección de actores… había una estrecha colaboración que no existía antes por miedo.

¿Fluye la creación entre una actriz y un director, contrario a lo que muchos puedan imaginar?

Fluye después que uno ha sentado las bases del respeto y se enriquece la relación a partir de que uno le puede aportar al otro, y viceversa. Yo empezaba en el cine y me sentía desprotegida, frágil y él me dio esa confianza que necesitaba. Recuerdo que en una de las tomas de Hasta cierto punto, yo le pedí repetir la escena y él se negó, empecé a llorar y después me di cuenta de que tenía toda la razón cuando me dijo que estaba bien y hasta de premio. Así fue: obtuve el Coral de Actuación por esa película.

Los críticos de cine y otros actores la califican como una actriz de envidiables matices. Sin embargo, ¿qué errores o sugerencias le señalaba Titón?

Titón era una gente muy severa en ese sentido y recibí muchas críticas cuando hacía teatro. En el cine no fue así. Decía que yo tenía un don a la hora de actuar, al hacerlo de manera espontánea.

¿Cuántos temas de la sociedad no pudo llevar Titón a la pantalla?

Imagínate, los que reflejó en sus películas podían retomarse actualmente. El oportunismo y el burocratismo, por ejemplo, siguen vigentes. En ocasiones estoy en la calle y hay cierto problema en algún lugar y las personas dicen: “esto es la segunda muerte de un burócrata”. Se le quedaron muchas cosas por hacer…

¿Cómo se manifestaba frente a los excesos de quienes dirigen o del mismo pueblo?

Se entristecía mucho y en ocasiones se encolerizaba. Por eso es que tomaba apuntes cuando iba por la calle, de cosas que escuchaba… Por la noche antes de dormir reescribía todo aquello para poder incluirlo en las películas después.

¿Cómo se replanteó la vida después de la muerte de Tomás Gutiérrez Alea?

Creo que el hecho mismo de perder a Titón me hizo crecer. Tuve que aprender a manejar la computadora, sentarme a escribir y de ahí salieron las obras Obsesión habanera y Neurótica anónima de la cual estoy tratando de hacer un guion para cine. Dentro de las adversidades uno tiene dos tendencias: o dejarse caer en una crisis (que caí) o levantarse. Teníamos muchas cosas afines, primero, la honestidad frente a la vida y la gente, el valor a la amistad y el sentido crítico. Hay que ser honesto para criticar y no tener una actitud oportunista en la vida. Titón siempre dijo que no le interesaba el poder, sino mejorar nuestra sociedad y que la única manera para mejorarla era criticando.

Cuestionó aquello de que le damos armas al “enemigo”. Decía que las armas al enemigo se las damos cuando no nos criticamos. Esa actitud tan hermosa de ver un camino que hay que podar, es la misma actitud que tengo también frente a la vida.

Aparte de vender dos cuadros preciosos para poder vivir económicamente estable, de escribir… ¿Cómo una actriz de cine en Cuba se las ingenia para trabajar sólo en lo que le gusta y sabe hacer?

No sé si influye la edad, pero cada etapa tiene su personaje. Hace tres años que no me llaman para una película y es una situación difícil sentimental y económicamente. Se está produciendo muy poco, hay jóvenes que están haciendo sus películas y trabajan con otros jóvenes. Los directores llaman de acuerdo a amistades, empatías…Pero hay que tener paciencia y buscar los proyectos.

Hablando de situaciones difíciles, ¿en qué ganó el cine de la Isla después del período especial?

Ganó muchísimo. Imagínate que Fresa y Chocolate se realizó en esa etapa y otras películas marcaron pautas. El cine en todos los tiempos ayuda a que las personas vean mejor los problemas; ayuda a subsanar errores, a que se tenga una visión más amplia de nuestra sociedad. Fresa y Chocolate fue un punto de giro en la mentalidad del cubano y todavía quedan cosas que ganar. La película no se queda solo en el asunto del homosexual, toca el tema del que piensa diferente o por cabeza propia, la intolerancia en el sentido más amplio.

¿Dirigiría una película?

No sé, realmente. El cine es tan difícil que da miedo. El hecho de haber estado con Titón y participar en sus proyectos al lado del guion, te ayuda de alguna manera. Pero lanzarme a hacer una película me da más temor. Dejo la puerta abierta, pero tendría que ser un guion que me gustara mucho y yo supiera qué quiero decir y hacer con él.

¿Acaso le teme o no a la crítica?

No. Yo he sido muy maltratada por la crítica pero no me ha afectado. Cuando estoy convencida de que la crítica no es justa, no me hiere. A veces los críticos ven un personaje de una manera en que ni el director ni el actor lo ha visto. Hubo una época en Cuba que cuando daban la orientación de atacar cualquier película, todos los críticos seguían en marcha india. Con Hasta cierto punto sucedió eso y ha sido un filme muy revalorizado en estos momentos.

Decían que Titón había echado a pelear intelectuales con obreros, que mi personaje podía ser la obrera de un país capitalista... En aquella época fue así. Ahora no, tienen un poco más de voz propia.

¿Cuáles esos amores que la mantienen viva?

Toda mi familia, los amigos y la poesía que nos enriquece a diario y nos hace ver la vida de manera diferente.