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Resistencia y Libertad
05May

Resistencia y Libertad

Corina Matamoros (La Habana, 1959) es una de las especialistas imprescindibles del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. Bajo su concepción y coordinación se llevaron a cabo en la X Bienal de la Habana dos de las exposiciones más importantes: Resistencia y Libertad (Wifredo Lam, Raúl Martínez y José Bedia) y La enmienda que hay en mí, personal de Carlos Garaicoa.

En esta entrevista –que publicaremos en dos partes–, la curadora nos ofrece sus concepciones sobre ambos proyectos.

Corina, a muchos ha parecido extraña esa conexión que sugieres entre Wifredo Lam, Raúl Martínez y José Bedia. ¿Cómo la has argumentado curatorialmente?

Este proyecto es el resultado de una investigación de años, donde siempre he analizado la relación de José Bedia con Wifredo Lam. De ahí parte el núcleo inicial, y luego lo he ido ampliando a otros creadores. La curaduría como tal se apoya en una idea que me provocó la lectura de un ensayo iluminador de Cintio Vitier titulado "Resistencia y libertad", aparecido en La Gaceta de Cuba en 1992. Aunque el ensayo habla de la política y la sociedad, descubrí cosas fabulosas desde el punto de vista metodológico que podían ser aplicadas a las artes plásticas. Eso fue lo que hice: aplicar una bellísima metáfora de Cintio a la manera en que se lleva a cabo la producción cultural: “La tensa libertad de las banderas, a la vez ondeante y sujeta”…, esa imagen me dejó fulminada realmente cuando lo leí, porque me parecía que hablaba de las relaciones entre lo dominante y lo dominado, y cómo uno puede subvertir esos vínculos, que las cosas están enraizadas en una tradición pero, a la vez, pueden transformarse. Me estimuló no sólo a ponerle a la muestra un título a partir de las reflexiones de Cintio, sino a dedicarle también a él la exposición.

Estos tres artistas se reúnen en la muestra porque, a pesar de que han estado distantes en el tiempo en el momento en el que hicieron sus obras o en los recursos formales que utilizaron, creo que tienen una misma comunidad operatoria con la cultura, que es subvertir una poética dominante y transformarla, pero transformarla hasta un punto donde no hubieran podido hacerlo los propios artistas originarios de esas poéticas. Por ejemplo, Wifredo Lam, alguien que muchas personas piensan que es un surrealista y yo pienso que no, que es tangencial al surrealismo, una persona que parte de esa poética y la utiliza para hablar de otra cosa, para hablar de lo afrocubano sobre todo, de una manera que el propio surrealismo no habría podido asumir. Luego tienes a Raúl Martínez que ha utilizado el pop, ¿pero de qué manera?, pues subvirtiendo, redirigiendo la mirada que se hace de la sociedad de consumo desde la nimiedad de la vida cotidiana hacia los héroes y la gente haciendo revolución…, eso era inconcebible para el movimiento pop. Y tienes entonces a José Bedia, que ha partido de corrientes postonceptuales para mirar el mundo de las culturas primitivas, es como mirar el mundo al revés, mirar lo contemporáneo a través de sus sustratos culturales. Es algo que la racionalidad analítica del conceptualismo no había encarado. De manera que ésa es la perspectiva que une para mí a los tres artistas.

¿Y piensas que esa hipótesis de relación es aplicable también a los procesos técnicos que cada uno de ellos experimenta?

No me preocupa esa clase de enfoque, porque mi tesis tiene que ver con la lógica a partir de la cual cada uno de ellos interactúa con la cultura, no con los procedimientos formales. No cabe dudas, por ejemplo, de que Bedia y Lam tienen más relación desde el punto de vista formal, por lo menos así lo veo yo, pero lo que me interesa es otro tipo de razonamiento acerca de las obras de estos tres creadores excepcionales.

¿Decidiste exponer esta idea curatorial a partir del tema de convocatoria de la X Bienal de La Habana?

No, hubiese deseado haberla hecho antes, pero se dio la coyuntura favorable por el tema de la X Bienal. Yo llevaba dos exposiciones para presentar a los organizadores de la Bienal, pues –como tú bien sabes– las instituciones nos ponemos de acuerdo para armonizar el panorama que se expone durante esos días. Por un lado estaba Resistencia y libertad y la personal de Carlos Garaicoa. Para mi satisfacción las dos fueron aprobadas, una como muestra oficial y la otra como colateral, pero me parecía que era oportuno, bueno, al cabo de 25 años de haberse realizado la primera Bienal de la Habana asumir el tema de la convocatoria desde una perspectiva patrimonial, con el enfoque de artistas maduros, consagrados.

Tengo entendido que, en el caso de Raúl Martínez y Wifredo Lam trabajaste con obras de la colección del Museo, y en el de Bedia pudiste incluir obras recientes… ¿Cómo fue que lo conseguiste?

Como bien dices, casi todo lo exhibido es del patrimonio del Museo, a excepción de una obra de Raúl Martínez que ha prestado generosamente la Casa de las Américas. En cuanto a Bedia, aunque el Museo Nacional conserva de él una colección de más de 30 piezas, su carrera continúa en ascenso, él sigue siendo un gran artista del arte cubano, uno de los más influyentes en la contemporaneidad. Yo siempre había propuesto a través de los años hacer una exposición de Bedia en el Museo Nacional; por razones del alejamiento, porque vivimos en países diferentes, no había podido ser, pero continué insistiendo hasta que lo logré… Pero bueno, también hay que tener en cuenta que no todas las obras se puede comparar con Lam; no puedes poner cualquier cosa al lado de piezas suyas como “Huracán”, “La silla” o “Tercer Mundo”, porque las obras se te pierden, de manera que tenía que ser algo contundente. Insistí mucho con Bedia hasta que finalmente él acepto, sabiendo también que era importante, y un honor, estar al lado de una figura universal como Lam. Debo agradecer a Bedia su identificación y colaboración con el proyecto, y también a la galería Nina Menocal que asumió toda la logística para que sus obras llegaran hasta nosotros.