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La Habana y sus pinturas murales
28March
500 Aniversario

La Habana y sus pinturas murales

Viajeros que recorrieron La Habana en el siglo XIX dejaron testimonios de profusas pinturas murales en viviendas y comercios de todos los rangos sociales a partir de encargos a creadores que ni siquiera firmaban ni databan sus obras.

En cuadernos de viajes, epistolarios y novelas de la época se describen imágenes figurativas y abstractas, discretas y chillonas, de acuerdo al gusto y al poder económico de quienes las pagaban.

Una mirada desdeñosa cayó sobre muchas de esas obras, todas, sin embargo, pasaron a formar parte de la historia de la ciudad, e incluso trascendieron a través del nombre de calles como Águila y Figuras, en Centro Habana.

Es una particularidad de la capital cubana su Museo de la Pintura Mural, enclavado en una de sus casas más antiguas, en la populosa calle Obispo, desde donde se conserva y promueve el patrimonio pictórico-arqueológico de la etapa colonial.

Elisa Serrano, investigadora y profesora de varias hornadas de restauradores de pintura mural, una de las pocas personas que atiende esta vertiente creativa en Cuba, asegura que las mejores obras se generan a partir de proyectos comunes entre arquitectos y pintores. 

Al soporte y la conexión con la arquitectura como rasgos distintivos, la experta agrega la vulnerabilidad de la pintura mural a la falta de mantenimiento de los inmuebles y a la humedad,  aunque aclara que hay técnicas más resistentes que otras. 

Por otro lado explica que sólo su preservación justifica que una pintura se extraiga del muro y el espacio para los que fue concebida. Incluso en ocasiones, dijo, la obra se retira para darle tratamiento y luego se vuelve a colocar en su sitio porque su valor original está asociado a ese contexto. En casos muy excepcionales, justificados por razones de conservación, se proyecta integrarla a otro espacio con los requerimientos conceptuales y técnicos que este traslado implica.

 Así se desarrolló un diálogo con la especialista en su hogar, signado no sólo por libros de arte y restauración, sino por los cuadros propios que particularizan cada una de las habitaciones:

El primer paso para la conservación de las obras es su registro o inventario y usted elaboró una metodología para el registro del arte mural en Cuba. ¿En qué fase se halla?

Desde el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, que incluyó el mural y sus diferentes manifestaciones al sistema automatizado de inventario y sus tesauros, se programan cursos nacionales que imparto para instruir a un grupo de profesionales sobre el trabajo.      

Además de la pintura mural y la cerámica, se incluye la escritura, con un fuerte valor documental. Yo misma tuve la oportunidad de descubrir anotaciones realizadas por Hemingway en las paredes de su cuarto de baño en Finca Vigía. Salieron también a la luz escrituras con caracteres chinos cuando se restauró la Catedral de Cienfuegos, y otras en la restauración del Centro Histórico de La Habana.

Asimismo, se registran la esculto-pintura (elementos a relieve sobrepintados sobre una pintura mural), el mosaico y, el graffiti, este último con un alto peso documental e histórico. Los letreros que se encontraron alrededor de la Universidad de La Habana, concebidos durante las luchas estudiantiles de la década de 1950, se enmarcan dentro de esta vertiente.  

¿Cuáles son las manifestaciones y técnicas más tratadas por la pintura mural en La Habana?

En La Habana Vieja colonial, como en el resto de los centros históricos del país lo que prima es la decoración mural expresada en cenefas, guirnaldas, flores, ramas, figuras humanas, animales y representaciones arquitectónicas, salvo excepciones como la pintura mural al fresco de Giuseppe Perovani en la Catedral de La Habana; la pintura anónima al fresco en la casa de Tacón 12; y en la República,  el fresco de Hidalgo de Caviedes en el Banco Godoy Zayán, del edificio la Metropolitana; así como el buen fresco de Teodoro Ríos en el edificio de La Marina, en la Avenida del Puerto.

En esta última etapa surgen temas de carácter histórico y social, luego se incorpora el abstraccionismo como por ejemplo los murales realizados en mosaico por Wifredo Lam y Mariano Rodríguez en el edificio Retiro Médico, y la pintura mural al fresco de Mariano Rodríguez en el edificio del Retiro Odontológico, de El Vedado.

Por otro lado, se asume desde el mural la épica revolucionaria, también a manera de ejemplos, la excepcional pintura expresionista de Acosta León titulada Visión de la guerra, en una antigua estación de ómnibus urbanos en Marianao; y la pintura de Orlando Suarez Alborada de la Revolución 1868-1959, en la Terminal Nacional de Ómnibus. Otras obras son de cariz religioso, con magnificas representaciones en decoración y pintura mural.  

 

Victoria de lasTunas
Victoria de LasTunas

 

¿Hay huellas del muralismo mexicano en la pintura mural de Cuba? 

 Aportó, sobre todo en cuanto a técnicas y temas. A partir del viaje de varios artistas cubanos a México y de su relación fundamentalmente con David Alfaro Siqueiros. Como parte de esta influencia, Domingo Ravenet, Eduardo Abela, Mariano Rodríguez, y otros, fundaron en 1937 un taller libre de dibujo y pintura para la enseñanza de la talla directa en madera y pintura mural, ausentes en los planes de estudio de las Escuelas de Arte, excepto los diez años, de 1976 a 1986, en que el pintor y muralista Orlando Suarez introdujo la enseñanza de pintura mural en la Escuela Nacional de Arte, en La Habana.          

¿Pero incluso Siqueiros estuvo en Cuba?

Sí. Siqueiros influyo notablemente en los artistas de avanzada con técnicas novedosas y temas de ruptura con la academia. En uno de sus viajes a Cuba, después del triunfo de la Revolución, proyectó y dirigió un mural en una de las fachadas del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría. Anteriormente, había visitado la Habana en 1943, y realizo una pintura  mural de 40 m² para una residencia privada, obra que se conserva solo en fotos por intolerancia de los propietarios en aquel entonces con su tema. El título de la pintura era Alegoría de la confraternidad e igualdad de las razas blanca y negra.

¿Qué puede aportar sobre los murales del antiguo Palacio Presidencial?

Están realizados en marouflage, una técnica que se origina en el barroco con el fin de lograr la permanencia de la pintura al óleo en un muro. Se trata de concebir telas de gran formato y adherirlas a la pared para que asuman las características formales de superficies planas y curvas, en un techo abovedado o una columna, porque no se emplean bastidores.

Específicamente en las pinturas murales del antiguo Palacio Presidencial intervinieron Armando García Menocal, Leopoldo Romañach, Antonio Rodríguez Morey, Esteban Valderrama, Mariano Miguel González, y Juan Emilio Hernández Giró.

Usted también ha investigado sobre figuras como el español Hipólito Hidalgo de Caviedes y el cubano Rolando López Dirube.

Caviedes dejó una huella significativa en Cuba, hay que mencionar por ejemplo la pintura mural al fresco en la capilla del Colegio de Belén, su ópera prima en La Habana, en 1937.

En cuanto a Dirube, en la década de 1950, introdujo en Cuba las técnicas más novedosas de su tiempo en pintura al seco. Concibió más de setenta murales y esculturas para La Habana. Trabajé en el rescate y conservación de un mural de su autoría, en el vestíbulo del Hotel Habana-Riviera. Son dos artistas en los que confluyen los mejores conocimientos de integración mural a la arquitectura, fraguados desde el Renacimiento hasta la modernidad.

¿Y qué pasó con la pintura mural durante la Vanguardia?

Reverdeció en pinturas murales al fresco, al seco, y en cerámica fundamentalmente, en rompimiento con la academia. Destaco la técnica al fresco, porque pocos artistas la dominaron por la complejidad, precisión y destreza de ejecución que requiere.

Como conjuntos excepcionales en La Habana, tenemos los realizados por Carlos Enríquez, Romero Arciaga, Alberto Peña, Fidelio Ponce, Manuel de la Luz Roldano Capaz, Amelia Peláez y Víctor Manuel,  en la Escuela de becados General José Miguel Gómez, hoy Instituto Tecnológico Hermanos Gómez en La Víbora; el de Amelia Peláez y Víctor Manuel al temple y óleo respectivamente; y las siete representaciones de Wifredo Lam, René Portocarrero, Amelia Peláez, Carlos Enríquez, Carmelo González, Enrique Moret y Jorge Rigol, en el edificio de la Standar Oil, ESSO, de El Vedado; así como los otros dos frescos de Carlos Enríquez, uno en su casa, Hurón Azul, y el otro en una residencia de Miramar.

Es de destacar el colosal mural en mosaico de Amelia Peláez en el Hotel Habana Libre, y  otro coloso en lozas cerámicas, de René Portocarrero, en el salón de recepciones y actos del Palacio de la Revolución.

Todos los murales que he mencionado merecen un texto impreso de largo alcance, en el que estoy enfrascada con el propósito de otorgarles su justo valor en la historia de la plástica cubana.

 

En portada: Pintura mural de Wifredo Lam