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El carnaval es denuncia y es humor
02August

El carnaval es denuncia y es humor

Cuando en Cádiz preguntas sobre una persona conocedora de los famosos carnavales locales, el nombre de Javier Osuna se impone sin discusión. Y Javier nos recibe en su casa de Cádiz, el 3 de marzo de 2019, a pocos días del inicio de esta fiesta popular. Productor radiofónico, periodista, investigador, y sobre todo apasionado del Carnaval de Cádiz, acaba de exponer en CajaSol una muestra sobre Antonio Rodríguez Martínez (Cádiz, 1861-Sevilla, 1912), conocido como El Tío de la Tiza, carnavalero y autor de la canción Los duros antiguos. 

Javier, ¿quién era este hombre? 

Nació en 1861, hijo de una costurera valenciana, Ramona Martínez —de la que desconocemos el porqué vino a Cádiz—, y de un hombre del barrio de La Viña de Cádiz, que se desentiende al nacer el crío. Escribí su extensa biografía.

¿Y su implicación en los carnavales?

Al carnaval de Cádiz, como otros en España, el siglo xix le va a conferir una cierta singularidad. En 1873, cuando Antonio tiene poco más de diez años, probablemente descubriera un coro mítico, llamado La Goleta de Vapor Terrible. Por las crónicas de la época sabemos que era una carroza en forma de goleta, y la tripulación iba vestida de almirante, de capitanes, de grumetes. Con una orquesta montada dentro. La Terrible se movía con los propios pies de los coristas. Tuvo mucho éxito. 

Se quedó impactado. 

Claro, es factible. Y a partir de esa fecha debió aprender técnica musical. Ya en la fábrica de gas, sus coros se distinguen desde el primer momento, y en sus partituras manuscritas se hace evidente que conocía las reglas más elementales de la música. Únele a eso un talento innato, no solo para componer, sino también para escribir. Sin que se lo proponga, se está convirtiendo en el padre de los coros del carnaval gaditano. Es la gran figura por excelencia. De hecho, la mayoría de los que nos dedicamos a esta investigación estamos de acuerdo en que hay una trilogía de maestros: Antonio Rodríguez Martínez, El Tío de la Tiza; Manuel López Cañamaque, su discípulo; y por último Paco Alba Medina, la gran figura de los años cincuenta al setenta del siglo xx. 

¿Hay influencias de Lo cubano en los tangos de carnaval?

En Cuba, en la noche de Reyes, están esas comparsas de negros que bailan y cantan el tango. En el siglo xix, entre Cuba y Cádiz había un tránsito de primera línea. Era más fácil llegar a La Habana que a Madrid. Eso sucede con muchos estilos musicales. En 1820 hay noticias de ritmos, como la guaracha, eminentemente cubana. Y empiezan a sonar los tangos en Cádiz, primero llamados tangos de negros y después tangos americanos, y con el tiempo se van gaditanizando. El tango nos ha llegado de Cuba y va a irradiar hacia dos artes completamente distintas: hacia el carnaval y hacia el arte flamenco, gracias también al gran instrumento: en Cádiz están los mejores fabricantes de guitarras: los Pagés, oriundos de Écija; los Benedict, los Bonichi, los Recio…

Me hablabas de Silverio Franconetti.

En su café cantante de Sevilla Silverio contrató a las agrupaciones de Cádiz, porque tenían mucho tirón. Gustaba lo que cultivaban. Era innovador. Ese soniquete que tiene reminiscencias antillanas, a la que ponían una música muy picarona, con letras subidas de tono. Tuvieron un calado enorme en la sociedad española, y sobre todo en las clases populares. Silverio es un cantaor y empresario. Al volver de Uruguay a Sevilla instala el Café Cantante, al que llama El Café de Silverio. Ahí contrata a Las Viejas Ricas, un grupo que ha despuntado en 1884 y que adquiere una fama increíble por toda España. Es una comparsa de carnaval con unos quince hombres disfrazados de viejas ricas, acaudaladas y con su misal. El fenómeno es tan grande que toda España se contagia, y aparecen viejas ricas en Jaén, en Málaga, en Barcelona, etc. El grupo original pasa a anunciarse como «las auténticas Viejas Ricas de Cádiz».

¡Qué mérito el de El Tío de la Tiza!

Claro, pero no solo su grupo. Todos los coros de esa época le cantaban a Jack el Destripador: «Dicen que se encuentra en Cádiz disfrazado de aguador ese hombre misterioso llamado el destripador…». Así empieza un tango. El artista toma una copla de origen antillano y la incorpora al flamenco. Ese es el mayor legado de El Tío de la Tiza, el palo que hoy conocemos como tanguillo, si bien tanguillo es una denominación muy posterior, para diferenciarlo del tango flamenco. Sus coros empiezan a tener una fama muy grande, que llega hasta América.

Háblame de ese éxito.

Hay mucho eco: las zarzuelas empiezan a incorporar sus cantables, los grandes actores incluso las voces líricas, y se empiezan a editar partituras para piano, se hacían tarjetas postales y se organiza una audición folclórica con la Reina Regente, para la que se escogen sus tangos y los canta la actriz María Guerrero. Y Antonio Rodríguez crea nuevas agrupaciones para sus coros: Escuela Taurina, Sucursal del Zoco, Los Pajaritos, Los Luceros, o Los Abanicos, en 1897.

Los tangos de carnaval debían tener también sus detractores. 

Claro. Pero fíjate que Pío Baroja, profundamente antiflamenquista, te habla en sus Inquietudes de Shanti Andía de un lugar del que siempre están hablando de la «marecita muerta». Desde su perspectiva vasca, toda la antipatía hacia lo flamenco se tornaba simpatía hacia el carnaval de Cádiz. En sus memorias, da testimonio de cómo escuchaba a las fregonas, las mujeres de la limpieza de la época, como canturreaban esos tangos picarones de Cádiz. Y en El árbol de la ciencia incorpora dos tangos, uno de Los Voladores y otro de Los Abanicos, precisamente. 

Javier, ¿qué significa el carnaval para un gaditano?

Es una de sus fiestas más arraigadas. Digo una de sus fiestas, porque no necesariamente ha de llevarse en el ADN. También habrá y de hecho hay gaditanos que no se sienten identificados con la fiesta de carnaval, pero lo normal es que la gente lo viva con mucha pasión. El concurso, esa forma tan proclive al disfraz, esa desinhibición hacia el disfrazarte, y además disfrazarte de mamarracho, que es una gran característica del carnaval de Cádiz. Es un disfraz de ingenio, de última hora, de retales, un disfraz de aprovechamiento. 

No es como en Venecia, con lujo y mucho dinero.

De lujo nada. Aquí es de lo que pillas. ¿Sabes?: esos cocineros que dicen cocina de aprovechamiento, vamos a abrir la nevera, que es lo que tengo, pues me ha sobrado esto y esto, pues vamos, tráelo para acá que vamos a hacer un guiso… Pues esto es lo mismo: si yo ahora decidiera ir al carnaval, cogería los cuatro trapos que me encontrase e improvisaría un disfraz. Esa es la esencia del disfraz. Donde además tú te lo haces todo. ¿Qué necesitas hacer una metralleta porque vas de Al Capone? Pues en vez de irte a una tienda de todo a veinte duros y comprarte una metralleta de plástico, que es lo fácil, coges y te la construyes tú. ¿Con qué? Con los elementos más tontos que consigan hacer reír. Una chirigota necesitaba la metralleta, y cogieron varias culatas de jamón que pidieron a unos almaceneros, las secaron bien y las fueron barnizando, y después les pusieron una lata de melva, un chorizo. Ese es el carnaval en cuanto al disfraz. Y otra característica del carnaval de Cádiz son sus coplas como vehículo de denuncia, que te va a permitir expresarte y meterle el ojo al poder.

Es un espectáculo difícilmente censurable.

Eso es ingenio, es un rasgo inequívoco distintivo del carnaval de Cádiz de siempre. El carnaval es denuncia y es humor. Déjame que te cuente una anécdota de cómo el carnaval puede ser muy útil como elemento y vehículo de denuncia: en el siglo XIX se enterraba en lo que se conocía como «Por Caridad». El ayuntamiento costeaba el entierro de las personas que no tenían recursos económicos. Lógicamente era un entierro muy pobre, con los peores materiales. El carrito de la pena, como se llamaba al coche fúnebre, transitaba desde el casco antiguo hasta el cementerio, con su cartelito «Por Caridad». Hubo una letra de un coro que se llamó Los Gatos Caseros, en el siglo XIX, que decía: «Caridad que se divulga, ofende al que la recibe, que se quite ese letrero que no es honrado ni humano, por caridad». Y quitaron el letrero «Por Caridad». 

 

Cristina junto a Javier
La entrevistadora junto a Javier Osuna

 

¿Es posible mantener ese espíritu en el masificado carnaval de 2019? 

En lo que te explico asumo que hay una parte de mi discurso que es de viejo. Yo tengo 57 años y tal vez me empiezo a instalar en un discurso donde todo tiempo pretérito fue mejor. En los últimos treinta años, y con la llegada de Internet, esto se ha globalizado, se ha desnaturalizado la fiesta. La esencia ha cambiado. Esto era una cosa muy local, muy pequeñita, que apenas si tenía repercusión, con las excepciones de las que he hablado. Pero no venía ese torrente tan grande de gente. Y si venía, lo hacía en un tren botijo a finales del siglo XIX. Tardaba cuatro días en llegar desde Madrid. Era una expedición. Hoy día, en una ciudad que tiene 125 000 habitantes, concentrados en dos grandes fines de semana te colocas en más de medio millón de personas. Es una locura. Y luego, además, toda ciudad tiene su código no escrito: si las agrupaciones salen a la calle y te están cantando gratis, te están divirtiendo gratis, tu no pongas una tómbola al lado vendiendo perros calientes. La globalización ha desnaturalizado el Carnaval. Caro Baroja, el antropólogo, decía que el carnaval ha muerto, descanse en paz. 

Hay comparsas que empiezan a las ocho o nueve de la noche y pueden acabar a las ocho o las nueve de la mañana siguiente.

Eso es en la final, y ha habido finales en que se ha salido a las diez de la mañana. Una auténtica locura. Porque va en detrimento de la calidad. Estamos ahora más o menos en torno a las ciento cincuenta agrupaciones. De esas ciento cincuenta agrupaciones, de verdadera, verdadera calidad te quedas con veinte o veinticinco. Antiguamente esas veinte o veinticinco eran las únicas que salían, pero en el momento en que esto se masifica, es un auténtico disparate. Pagas una entrada por una primera fase de preselección y te encuentras con ocho agrupaciones, de las que siete son absolutamente infumables, en todo: en música, en afinación, en los temas que tocan. El ayuntamiento teme tomar medidas impopulares. No se atreven.

¿La solución?

El concurso de arte flamenco de Córdoba tiene cuarenta y pico de años de antigüedad, y en ese concurso hay una preselección seria. «Tú, quién eres?». «Yo soy Naranjito de Almería». Llega el día, y el jurado: «Buenos días, siéntese usted, cánteme usted por granaína». No ha terminado y ya le dicen: «Ya es suficiente, cánteme usted por tangos». Empieza: «Finalice usted por soleá». Y ya: «Señor Naranjito, ya le avisaremos si es que le preseleccionamos». Eso es que lo que habría que hacer en el concurso de Cádiz. Con un minuto de cada pieza yo tengo suficientes elementos de juicio para saber si este señor es digno de venir a un concurso o no. Estamos hablando de una celebración centenaria. Hay que dignificar el Carnaval de Cádiz. 

¿Ese sentimiento es generalizado en Cádiz?

Los gaditanos huimos de nuestros propios primeros fines de semana de Carnaval. Pero solo quiero hablar por mí: no tengo ningún plan de salir, porque no me seduce la calle, sé lo que me voy a encontrar: unos ríos de meados, las más grandes borracheras del mundo, con unos botellones terribles y un montón de patosos. Entonces, ¿qué hacemos la gente de Cádiz?: pues nos resignamos a que hemos perdido nuestro carnaval. Tanto Cádiz de interés turístico internacional, todo el mundo bombardeándote con el carnaval de Cádiz. Hoy, por ejemplo, todas las ediciones del telediario han empezado con el Carnaval de Cádiz, imagina qué reclamo constante.

Javier, dime una chirigota reciente auténtica. ¿Cuál elegirías?

De los últimos años, yo me quedaría con Los Cruzados Mágicos, de 1982, porque tuvieron un mensaje muy fresco, reivindicaron la calle. Fue una chirigota muy bien hecha, de principio a fin. Con una letra valiente, que lo mismo te hacía reír, que te denunciaba el intento de golpe de estado del 23F que se había producido el año anterior. Después te diría que le prestaras atención a Los Borrachos, que iban haciendo una parodia de un borracho, pero con muchísimo ingenio, con lo de la Ley de Corcuera, la patada en la puerta y todo eso. También las murgas callejeras, gente muy inteligente que ha escrito buenos repertorios y con letras muy comprometidas. Y recuerdo también a Los Hijos Secretos de Lola Flores, que le hizo un pasodoble muy bonito a Cuba, que concluía así: «Si tú estás pasando fatigas, yo estoy pasando vergüenza». Era un mensaje muy profundo, porque Cuba siempre ha estado muy presente en el imaginario de la gente de aquí. Recuerda lo que te contaba de la relación entre Cádiz y La Habana. 

Es innegable el parecido entre La Habana y Cádiz. Me contabas de dónde salía esa frase que Carlos Cano utilizó en su habanera. 

Esa composición está hecha al alimón: letra de Antonio Burgos y música de Carlos Cano. Y Antonio Burgos, gran conocedor del carnaval de Cádiz, conocía esa mítica frase de Lola Flores. Nada más llegar al aeropuerto de Madrid, le preguntaron qué le había parecido La Habana. Y La Faraona contestó: «Como Cádiz, pero con más negritos». Antonio Burgos la incluyó en esa canción, y Carlos Cano compuso la música. Tuve la suerte de interpretarla con él.

¿Te gusta la copla?

No es una cosa que me guste mucho, tampoco me disgusta, pero no es algo que me ha llamado mucho la atención, pero de Carlos Cano me encantaba esa sensibilidad. Lo de María la portuguesa es una maravilla. 

Le dio un toque muy masculino a la copla, muy sensible, le supo encontrar un punto muy bueno entre la virilidad y lo sensible.

Totalmente de acuerdo contigo. Nada folclórico, nada de peinetas, muy fresquito, y cuando encima te enteras que detrás de esa historia de María la portuguesa hay una historia real dices: «¡Dios, qué cosa más bonita!».

¿Hay alguna otra cosa que quisieras comentar sobre el Carnaval de Cádiz?

Pues sí: que tanto el carnaval de Cádiz como el arte flamenco de Cádiz y de Los Puertos no está suficientemente reivindicado por las administraciones. Quiero decir que falta un Museo del Carnaval. Llevamos cuarenta años queriéndolo proyectar y todos los políticos se están pasando el garbanzo y están mareando la perdiz. Cádiz es una ciudad donde se puede hacer un recorrido etnográfico precioso. Tiene muy malita suerte, porque todos los presupuestos del flamenco se van para Jerez o Sevilla, cuando Cádiz tiene los mismos argumentos que Jerez, si no más, desde el punto de vista historiográfico. 

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