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Jorge Galindo: Arrebato y énfasis de la pintura
29December

Jorge Galindo: Arrebato y énfasis de la pintura

Siempre funciono por sensaciones. Esta afirmación, que para muchos será el inicio de un descalabro sin precedentes en la tenida por escena contemporánea del arte, propensa a una falsa racionalidad conceptual, es la clave del éxito que escora una actitud visceral ante el arte mismo y ante la vida. La pintura del artista madrileño Jorge Galindo (1965) es un arrebato de pasión, un gesto de sensualidad y de erotismo que subvierte el principio de la razón cartesiana haciendo claudicar su hegemonía a partir de la vejación carnavalesca de sus dominios, de sus paisajes más ortodoxos y estériles.

Por más que se pueda presumir un orden, una estructura narrativa interna que se ocupa de exponer los argumentos de su relato, su visión del hecho pictórico termina por convertirse en un delirio de iconografías yuxtapuestas que copulan y gimen, un carnaval de emociones cruzadas y enfáticas, el gesto manierista del más sofisticado de los travestis de turno que mira con sorna e invita. Aquí sobra la pasión y el vértigo, allá donde otros muchos la escamotean so pretexto de una postulación correcta de conceptos y ademanes que redundan en caricatura, si acaso de la vida.

Si una señal de identidad resguarda su pintura de la anemia pictórica contemporánea, es la resonancia fálica que la acredita como un gesto de pura autenticidad y robusta vehemencia. Jorge Galindo hace del hecho mismo de pintar un ejercicio de construcción, de especulación, de posesión de todos y cada uno de los ámbitos de la experiencia cultural para traducirla en una yuxtaposición horizontal y vertical de discursos que rinden culto a la historia del arte y la propia narrativa del género.

Su exposición La pintura y la furia, comisariada por Rafael Doctor, y presentada este año en el MUSAC de León, pudo leerse como un inmenso pastiche de la atmósfera creativa del artista en su estudio, sitio en el que se articulan los índices de una práctica de la pintura como exorcismo y redención. Galindo sanciona la esterilidad del minimalismo con el delirio de la droga y de la mezcla, del cruce y el arribismo de los iconos en plena era de la simulación y la vuelta a ciertos paradigmas de lo real absolutamente ficticios. Todas las referencias se hayan ubicadas en un paisaje de insinuación que nada tiene de azar aunque lo parezca. Es precisamente en esa aparente anarquía donde reside y se levanta una de las grandes metáforas de su pintura: la que le convierte en estandarte y emblema de una cultura global donde los espejos y el engaño a la visión real se convierten en mecanismos de distinción y de diferencia.

Esta muestra, espléndida en su hechura misma, compendia íntegramente el imaginario del estudio en tanto escenario de libertad y resquicio de la subjetividad plena, anclada en el deseo de hacer más y más con los recursos que se dispone y que se libran de la tiranía de los modelos preconcebidos del buen hacer. En los umbrales de la institución se recortan las tensiones liberadoras y el arte abdica así, de un modo casi vulgar, ante la demanda de intereses que le rebasan y trascienden. Es por eso que la idea de trasladar el taller al museo, en un intento de reconciliación y de decencia, ha sido uno de los mayores aciertos de La furia y la pintura. Este tránsito no ha hecho sino disponer las claves para un entendimiento, si se quiere más pertinente y oportuno, de un ejercicio pictórico fascinante y soberbio. Si en términos culturales, su puesta en escena permite ser leída como una alegoría de la cultura, entonces su discurso resultante satisface una gran necesidad de afirmación del arte en la vida. La ansiedad nace de una sed, de una carencia. Jorge Galindo mata la ansiedad, para hacer de su sepultura una virtud y un nuevo estandarte de época.

Gritan todos, como locos y dementes compulsivos, desde los intersticios del collage. Nosotros simulamos la sordera, intentamos pasar de largo, pero no se puede. La pintura te abofetea la cara, te ausculta y te pone, entonces, en evidencia pública. Te devuelve, de súbito, frente al espejo de tu miseria.

(En Sala 3, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, hasta el 10 de enero, 2010)